A mis Señores venerables Monseñores los Cánones de la Iglesia de la Catedral más
antigua de la ciudad de Orange.
Señores venerables: con respecto a su
pregunta, sobre ciertos números de sacrílegos, y acerca de los encantos del
futuro y del tesoro escondido celosamente.
Según la figura astronómica
dibujada encima, usted verá totalmente que esto muestra que el robo de los
objetos sagrados ha sido perpetrado con el consentimiento de dos de sus hermanos
de la Iglesia, los que formaban antes parte de su consultorio privado y que en
varias ocasiones opinaban lo que habría acontecido a su vajilla de plata. Uno de
ellos creía que había sido cogida en Aviñon, el otro que había sido tomada en
algún otro lugar. Luego dos querían venderla y más tarde se hizo dividir entre
los cánones que actualmente parecen militares.
Esta opinión no fue dada como
buena, ni piadosa, ni recomendable. Varios no estarían de acuerdo con ella,
aunque algunos otros estuvieran contentos, finalmente, no acordarían ni un
punto, ni otro. Pero todo fue parado cuando la plata fue puesta en la casa de
uno de su gente y cerrada; no siendo esto agradable para algunos.
Unos
creyeron que era necesario fundirlo en barras y venderlo, y almacenarlo por el
momento en la casa de uno de ellos.
Luego dos y tres dijeron que esto
posiblemente traería guerras duraderas, y que la Iglesia Romana estaría
implicada en tales acontecimientos siniestros.
Fue guardado, pero los dos
restantes eran de la opinión de que debería ser vendido, derretido y trazado en
secreto el uno con el otro.
Había sólo tres hermanos de la Iglesia, y ellos
violaron esto con la intención de robar todo y no sin la complicidad del
guardián, ya que usted confió las ovejas al lobo. Cuando en efecto Jesucristo
durante algún tiempo sometió a su multitud a saqueos largos en su Iglesia,
también bajo la sombra de la Fe y de la probidad, como usted ha cometido con su
vajilla de plata, sagrada y dedicada, que es la ornamentación sagrada de su
templo, donada en años pasados por hombres de Fe valientes, Reyes, monarcas, y
soberanos dominadores de la tierra así como el verdadero observador de la fe y
de la religión.
Pero sepan mis señores venerables, que a menos que por
aquellos de su compañía, que no están sin el conocimiento del día y de la noche,
cuando el robo de los objetos sagrados sea perpetrado, allí será más tarde
restaurado y sustituido en su totalidad lo que fue robado, no sólo en su lugar y
a las manos de aquellos que tenían confiada su custodia, sino también volverá al
templo recordando al “cáliz de plata”, allí se caerá sobre ellos la mayor
desgracia que ninguna vez les había acontecido, a ellos y a su familia; y
además, la pestilencia se acercará a su ciudad y, dentro de sus terraplenes tan
grandemente, como no fue cubierta alguna vez su ciudad, o estuvo contenida
dentro de sus paredes, y dejarles no oponerse al susodicho. Los sacerdotes
parecen compañeros de dioses propicios.
Pero ellos verán, cuando es dicho,
que Dios toma su venganza en aquellos que han profanado su templo santo y
quiénes han robado lo que en años pasados fue donado por los observadores de la
religión cristiana.
Por lo tanto, deje a esta carta mía ser leída en
presencia de toda su gente, como si no: abierta hasta que todos estén presentes,
y luego sin falta las caras de aquellos consentidores se cambiarán con tanta
vergüenza y confusión que serán incapaces de reprimirse.
Por lo tanto, guarde
esta carta como un testigo completo de la verdad del tiempo que vendrá para
atestiguarle, y les aseguro mis señores venerables, que si lo que fue robado no
es devuelto de una u otra forma, ellos morirán de la muerte más miserable, más
persistente y más violenta y de más intensidad inconcebible que nunca antes les
ocurriera, a menos que todo sea restaurado y sustituido en su depósito antiguo,
y así usted lo verá.
Me da pena que la oveja haya sido confiada al lobo, toma
mucha nota de ello, para idear y enviar un mensaje sobre esto.
Lo que le
escribo es según el juicio astronómico, y protesto careciendo de ofensa para
alguien en este mundo. Yo soy también humano y puedo equivocarme, equivocarme y
ser engañado; sin embargo, está allí alguien en su ciudad familiar con la
doctrina astronómica que se extiende a lo judicial, por la figura le dejó juzgar
si él no entiende que mi refrán contiene la verdad.
No tengan ningún miedo en
absoluto, señores, pero que dentro de poco todos serán encontrados, y que si
esto no es así, les aseguro que el destino infeliz se acerca para aquellos que
han perpetrado el execrable delito por su sacrilegio.
No puedo escribirle más
adelante por el momento. Dios le vigila para restaurarle a su primer estado.
Aunque haya varios que estarían disgustados si tuvieran que llevar puesto otra
vez el amito, varios de ellos están cerca de usted, y uno allí es quién no
querrá encontrarse acompañado por otro que sea del mismo tipo.
Le guarde Dios de mal.
En Salón este 4 de febrero de 1562.
M. Nostradamus
Salon de Crau en Provence
Traducción libre por Manuel Sánchez (Diciembre-2005).
© Manuel Sánchez
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